OYEN MÁS A OBRADOR EN EL PRI QUE EN MORENA
Jesús Lépez Ochoa
No han sido pocos los llamados a la civilidad y la cortesía política que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho.
Este fin de semana en Oaxaca llamó a no estarse peleando, dijo que ahorita hay que trabajar todos por México y que cuando haya elecciones entonces si cada quien por su partido pero que por el momento no las hay.
En Guerrero, los priístas, empezando por el gobernador Héctor Astudillo Flores le han tomado la palabra.
El mandatario fue de los primeros en solidarizarse con el gobierno federal por los hechos acontecidos en Culiacán, Sinaloa, donde fue doblegado por las milicias del cártel de Sinaloa y tuvo que dejar libre a Ovidio Guzmán López, el hijo de El Chapo.
Independientemente de si estuvo bien o mal, el hecho no es poca cosa. Coloca a la segunda generación de El Chapo en el ámbito de las leyendas sacralizadas en la narco cultura mexicana tan propagada en música, telenovelas y series de plataformas digitales. Ya hay un corrido de lo ocurrido el pasado fin de semana en Culiacán circulando en las redes sociales, y no sería raro ver en unos meses alguna producción de Televisa o Netflix.
Pero quiérase o no, es un error que marca al gobierno de López Obrador. Pensar en salvar vidas debió hacerse antes y no después del operativo, que ya se reconoció que no fue circunstancial dado que había una orden de extradición y que el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, afirmó que “se actuó de manera precipitada, con deficiente planeación y falta de previsión”.
Entiéndase que así sea un problema de años que no se creó en este sexenio, el operativo fallido fue en el aquí y en el ahora, y la responsabilidad de la liberación y de los ocho muertos que hubo, cuyas vidas no se salvaron, es del actual gobierno. Lo debe de asumir, como lo asumió el general Sandoval, con honestidad y entereza.
De ahí que el respaldo de los gobernadores, sobre todo de los de oposición como es el caso del guerrerense Héctor Astudillo resulta de suma importancia para el presidente, pues contribuye a tranquilizar los ánimos en un sector de la población que no le es afín como es el caso del priísmo guerrerense.
En ese sentido hubo otros gestos solidarios importantes como es el espaldarazo del senador Manuel Añorve Baños, quien es jefe político de un sector amplio del tricolor en el estado.
Pero el gobernador ha ido más allá en aras de construir una buena relación con el gobierno de López Obrador, en el que incluso, ha hecho a un lado agravios como el de aquellas rechiflas que en alguna ocasión le organizó el delegado Pablo Amílcar Sandoval. Astudillo sorprendió al acudir al homenaje luctuoso que se hizo al maestro Pablo Sandoval Ramírez, padre del funcionario federal, en una clara demostración de oficio político y de lo que debe ser una sana convivencia democrática.
Lástima que donde parece que embebidos con el pasado triunfo electoral aún no escuchan al presidente es en su partido, MORENA, en Guerrero, donde se empeñan en hacerlo quedar mal. Pregonan ser diferentes a los demás partidos y su elección de consejeros resultó un cochinero al grado que solamente una de nueve asambleas logró llevarse a cabo.
Esto entre acusaciones al senador Félix Salgado Macedonio, al delegado Pablo Amílcar Sandoval, y al subdelegado César Núñez Ramos de manipulación del padrón, falsificación de códigos, acarreos, entrega de despensas, entre otras irregularidades.
¿Se darán cuenta que esas acciones les restan calidad moral y credibilidad cuando salen en defensa de sus gobiernos con el argumento de que son diferentes a los de antes y que no son como los partidos tradicionales?
Estaban tan ocupados en su elección que hasta el momento se les ha olvidado pronunciarse en respaldo a la decisión del gobierno de Obrador en Culiacán. Ni una conferencia de prensa se les ocurrió dar en respaldo.
Así las cosas, parece que a Andrés Manuel López Obrador le conviene más el apoyo de la oposición como el que en esta ocasión le ha brindado el gobernador de Guerrero, que el de sus huestes en plena disputa del poder por el poder. ¡Quién lo diría!