Opinion
TANTA FLATULENCIA PARA DEFECAR DILUIDO
Eduardo Morán C.
Resulta interesante como los mexicanos catalogamos diametralmente distinto la mal llamada 4T. Mientras unos ven que este gobierno raya en la perfección, otros lo perciben como un absoluto fracaso. Como estas visiones aparte de inexactas y exageradas se excluyen entre sí, tenemos que dejar de lado nuestras particulares inclinaciones personales y tratar de analizar objetivamente los resultados de las acciones realizadas hasta ahora por este gobierno.
Me llama la atención como la mayoría de ciudadanos califica de “fríos”, “calculadores” o “insensibles” a quienes analizan objetivamente los números y resultados de un evento, pues conllevan la intención de deshumanizar al analista, sin considerar que esta forma de analizar los problemas, es la que mejores resultados produce. En contrario, se justifica muchas veces el pésimo resultado de una decisión, porque quien la tomó es “apasionado”, “emotivo” o “muy aventado”. Tengo la impresión que hoy para muchos no importa si las decisiones tomadas han agravado el problema que atacan, lo que importa es si quien la tomó es bien intencionado y honesto, aunque los resultados demuestren que es un soberano incompetente.
Pero más allá si usted aprueba o desaprueba el gobierno de la 4T, independientemente si considera como grandes logros o fracasos los resultados del actual gobierno, es innegable que la prometida y esperada transformación no sólo no ha ocurrido, si no que no hay indicios que haya empezado a gestarse. Veamos para ello los resultados que tenemos en tres de los pilares de la trasformación prometida: la seguridad, la violencia y la corrupción. Que quede claro, no busco culpables, si no simplemente establecer si se ha iniciado la transformación del país que cada mañana cacaraquea el presidente.
Si analizamos “fríamente” los números de la violencia e inseguridad, es imposible concluir que en esos rubros las medidas tomadas hayan dado mejores resultados que los simples balazos de antaño. Lo preocupante del asunto, no son sólo los resultados en eso dos rubros, si no que nada indica que en el futuro cercano o lejano se logrará la transformación prometida. No voy a comparar el número de muertos y delitos ocurridos en esta administración contra los de otros gobiernos, pero sí destacar que nada demuestra que se haya iniciado la tan anhelada transformación que realizaría de inmediato AMLO.
La otra transformación prometida fue acabar con la corrupción, desgraciadamente en este rubro no hay un programa serio, integral y sistemático tendiente a disminuirla. La transformación que propone la 4T se basa en una serie de disparates propios de un retrasado mental: si el presidente no tranza todo el país dejará de hacerlo, los pobres son buenos y honrados, los ricos son malos por naturaleza, la ambición es pecado capital (fuchi caca), la austeridad glorifica al hombre, entre muchos otros más. ¿De verdad se piensa acabar con la corrupción asignando el 70% de los contratos y compras en forma directa y discrecional?, ¿Desapareciendo o tomando el control de los organismos que regulan importantes actividades económicas?, ¿Tomando por asalto la CNDH?
Si bien es de aplaudir el reciente inicio de la temporada de caza de delincuentes, esto no significa que se esté implementado un programa tendiente disminuir la corrupción, pues el índice de impunidad sigue siendo terrible, la ley se sigue aplicando de forma selectiva y la rendición de cuentas sigue siendo un mito.
Conclusión: que poca, pero que poca transformación ha logrado la 4T. O lo que es lo mismo: “Tanta flatulencia para defecar diluido”.
Es todo.